sábado, 30 de julio de 2011

Amores imposibles.

Una mirada penetrante se clavó en su pupila oscura y dilatada. Ella no sabía que responder ante aquello que la dejó sin aliento. Ella, con su rostro blanco ante aquella desesperación, y esos labios marcados de color rojo, secos, sin respuesta. Su mirada lo dijo todo.
Mientras esperaba una respuesta, su amado le pasaba lentamente los dedos por su cabello largo y moreno. Aquello parecía producirle una especie de calma, para aplazar su ira, y sus ansias de oír alguna respuesta, la cual no aparecía por ningún lado.
Ella, con esos ojos que empezaban a cobrar un brillo especial, no tuvo más remedio que decir:
-Pero, entonces ¿Vos no me amas?
Su amado se quedó perplejo ante aquella pregunta, porque de verdad no se creía que ella le preguntara eso, cuando la respuesta era evidente.
-Soy incapaz de amar a nada más que a vos, os amo a vos por encima de todo, incluso de mí.
Ella, aún con ese brillo en sus ojos, no supo que decir. Su amado, ya totalmente desesperado le dijo:
-Pero si vos no creéis mi amor, entonces deberé marchar, aunque me duela muchísimo, pero no debo haceros daño, y tampoco debo quedarme si vos no queréis.
Entonces ese brillo especial de los ojos de ella comenzó a convertirse en pequeñas gotas que se paseaban divertidas por su rostro, aún blanco, y sin expresión.
-Quédate conmigo…- le dijo con voz ronca y casi sin poder acabar aquella frase.
Y su amado la abrazó, y se quedaron allí, contemplando el anochecer, y el brillo de las estrellas tan inalcanzables, como aquel amor, tan imposible.

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